Por Ted Dimon
Aunque muchos de nosotros creemos que podemos abordar la tensión por medio de estirar o intentar relajar activamente nuestros músculos, es esencial reconocer desde el principio que no podemos establecer longitud muscular apropiada realizando acciones, corrigiendo aquello que pensamos está equivocado, asumiendo posturas o posiciones, o forzando al cuerpo de ninguna manera. Debemos aprender a estar tranquilos y a dejar de hacer nada, de modo que el cuerpo pueda corregirse por sí mismo, para lo cual está diseñado a hacer si le damos a los músculos una oportunidad de alargarse. Esto requiere una actitud de no-hacer.
Pero ¿qué es no-hacer? Frecuentemente la gente habla de no-hacer como si fuera una forma de relajación, que por supuesto es verdad en la medida en que estamos deteniéndonos y dándonos tiempo para no hacer nada. Pero el objetivo de practicar el no-hacer no es simplemente relajar o tranquilizarse sino dar a los músculos la posibilidad de liberarse en longitud, lo cual que es bastante diferente a la relajación porque requiere cierto tipo de energía, una tonificación de los músculos que no puede ser conseguida a través de la relajación.
Pero hay otra razón por la cual no-hacer es crucial, y es que a menos que detengamos nuestra actividad habitual, nuestros músculos no pueden soltarse en longitud. Pensamos que, cuando estamos relajados o sin hacer nada, nuestros músculos están inactivos, cuando en realidad se están contrayendo con frecuencia de manera inconsciente. La única forma de prevenir esto es deteniéndonos por completo, recostándonos o sentándonos en una posición de apoyo, para permanecer tranquilamente alerta, para permitir soltar los músculos, y asegurarse que no estamos haciendo nada, de modo que la actividad muscular pueda cesar.
Este cese de la actividad, sin embargo, no puede ocurrir inmediatamente sino que toma tiempo. Cuando nos recostamos, en un principio parecerá como si nada ocurriera porque los músculos que están crónicamente acortados no quieren soltarse. Solo cuando nos hemos recostado tranquilamente por algunos días, comenzamos a darnos cuenta que estamos apretando los músculos activamente y que nuestro trabajo es dejar de hacer esto. Esto requiere una actitud atenta, porque cuando olvidamos prevenir esta contracción, nuestros músculos comenzarán a contraerse nuevamente, y nuestro trabajo es notar que nuestra atención se ha dispersado, para notar que nuestros músculos se han contraído, y recordar soltarlos.
Cualquiera que se haya involucrado en esta práctica sabe que no-hacer es un arte sutil que va en contra de toda forma de hacer, trabajo corporal o ejercicio. Cuando trabajamos en nuestros músculos, los estiramos o los movemos, realmente no estamos parando. Podemos obtener liberación de algún tipo, podemos producir cambios que nos hacen sentir mejor, pero la actividad crónica subyacente que evita que los músculos se liberen verdaderamente, que se suelten en longitud y que permite al sistema de reflejos posturales neuromusculares (RPM) trabajar como un sistema reflejo, persistirá. Para superar esta actividad crónica inconsciente, debemos asegurarnos que dejamos de preocuparnos, sujetar, y contraer los músculos. Para muchos de nosotros, este es un paso difícil de dar porque queremos cambiar las cosas, trabajar en las cosas, hacer algo para hacer mejor las cosas, mientras que no-hacer requiere que dejemos de intentar cambiar las cosas, y en cambio, permitamos que las cosas trabajen enteramente por sí mismas. Esta es una práctica que toma tiempo; si no la hacemos cada día y con una claridad real de propósito, no podemos esperar dirigir el funcionamiento del sistema de reflejos posturales neuromusculares como el fundamento sobre el cual este trabajo está basado.
Este artículo ha sido traducido por Pablo Buniak, con el permiso del Dr. Theodore Dimon
Cortesía de The Dimon Institute http://www.dimoninstitute.org
Liga al artículo original https://www.dimoninstitute.org/single-post/2018/05/14/The-Developmental-Movement-Project-The-Principle-of-Non-Doing
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